Son
muchas las vivencias y recuerdos que uno guarda referentes a la Cofradía. Desde
pequeño la Semana Santa siempre me atrajo y por aquellos años era necesario
tener familiares o conocidos para poder pertenecer a cualquier cofradía. Yo
nunca tuve ni familiares, ni conocidos pero tenía claro que quería ser cofrade
y tocar el tambor. Una vez decido a dar el paso tuve la difícil papeleta de
elegir entre tres cofradías y María Magdalena fue la escogida por el mero hecho
de que al año siguiente estrenaba banda. Las otras dos cofradías tenían banda
pero uno que es prudente y responsable entendía que empezar desde cero en una
banda de nueva creación era más sencillo que en otras. Nunca me he arrepentido
de ello y la elección fue sin duda la acertada.
VÍDEO: Viernes Santo 1999
Mi comienzo como cofrade lo
recuerdo lejano pero no puedo olvidarme del cariño y el ambiente familiar que desprendía
la Cofradía, éramos muy pocos no llegábamos ni a sesenta. Nunca olvidaré las
reuniones en las salas de La Redonda cuando Chuchi “El Bragas” se sentaba
frente al piano y el resto cantábamos como si estuviéramos en la Ópera de
Viena. Ángel se ponía serio, pedía silencio, con voz baja y pausaba decía, “yo lo dejo, llevo muchos años y ya está
bien”, entonces Pepe le quitaba la palabra hablando de las cuentas, los
dineros, los gastos y un año más seguía de Hermano Mayor. Algunos no sabrán o
recordarán que Pepe era el “Solchaga” de la Cofradía, (por entonces Ministro de
Hacienda) y muchas fueron las bromas que le gastábamos en cada reunión.
Largas
e intensas fueron las tertulias que mantuve con Pepe, en su casa o en vermús
toreros hablando de la Semana Santa y sobre todo de su Cofradía. Miles de
anécdotas y entresijos que a día de hoy aún rememoro. Él siempre defendía una
procesión sin tambores ni bandas y yo lo contrario pero el tema se zanjaba
cuando afirmaba que el mayor gasto de la Cofradía era en parches, baquetas,…, y
es que de cuentas sabía lo suyo. De él aprendí a ser cofrade de la Magdalena y disfrutaba
escuchándole hablar de los Viernes Santo de “antes” cuando la imagen se bajaba
a primera hora y seguidamente se buscaban flores por Logroño pidiéndolas a
vecinos que tenían huertas o jardines. Todo empezaba y acababa el viernes.
Nunca perdonó que una cofradía como él manifestaba, “hermana y vecina” le pidiera ochocientas de las antiguas pesetas “por seis varas usadas y que iban a ser
tiradas” pero de repente su ánimo cambiaba al acordarse del avituallamiento
del Bar Iturza, cuando el “paso” paraba frente a sus puertas y el dueño sacaba
cervezas y refrescos a los cofrades.
Viernes Santo -1992- |
Refrescando
la memoria escucho a Ángel Castillo hablar de la Magdalena mientras me enseñaba
una foto de la Santa sacada de su cartera, “ves,
vaya donde vaya o esté donde esté, ella siempre va conmigo. Ella nunca te
fallará, hazme caso”. Él me inculcó el respeto y cariño a María Magdalena.
Viernes Santo -2006- |
Me
veo en el camión de butano de Fontecha yendo a la Plaza de Toros a recoger las
andas para llevarlas a La Redonda y el viernes de nuevo en él para dejarlas.
Una vez allí, en el ambigú de la plaza el bocadillo de tortilla de patata era
un manjar tras un largo día.
También
me acuerdo del revuelo que provocó el ser pioneros dentro de las cofradías de
la ciudad permitiendo a mujeres cargar el “paso”, algo que ahora es de lo más lógico
y normal.
Más
curioso aún fue cuando se confeccionó el nuevo hábito marrón. En La Redonda los
días de Semana Santa, sobre la mesa que se instala junto al “paso” para la
venta de claveles, se pusieron dos “geyperman”, (antiguos muñecos de juguete),
vestidos con el traje de la Cofradía, confeccionados y diseñados por la mujer
de Paco.
Más cercanos en el tiempo están los “muñequitos cofrades” que
artesanalmente hizo Pepe o su penúltimo trabajo, (digo penúltimo porque seguro
que nos reserva alguna sorpresa allí dónde esté), unas "Magdalenas" en miniatura
como regalo a cada cofrade.
Mini cofrades -1999-2006- |
-2012- |
La
decisión de poner una palmera al “paso” nunca me convenció pero la idea tuvo su
origen en un prior que tuvimos y otro sacerdote de La Redonda. Menos mal que
con el uso la palmera se estropeó y en pocos años desapareció sin que nadie la
echara en falta.
Pero
de entre todos los recuerdos que a uno se le agolpan en la cabeza, el que más
me marcó fue cuando un hermano cofrade me contaba lo mal que lo pasó la única
vez que por diversos motivos no pudo estar un Viernes Santo en la procesión.
Desde entonces entiendo mejor el por qué sigo en la Cofradía.
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