jueves, 3 de junio de 2021

Situación de alarma

Hace tiempo que ya pasó Semana Santa y después de una profunda reflexión creo que es momento de analizar e intentar plasmar lo que fue, lo que pudo ser y no se hizo. Todo ello, siempre desde un crítica constructiva, intentando aportar y nunca restar.


Hablando con varios cofrades de nuestra y otras cofradías, he llegado a la conclusión que la Semana Santa de este año ha sido un quiero y no puedo. Siendo claros, no se hizo más porque en algunos casos no se quiso y en muchos otros porque no se ha dejado.


Lo que fue.


Hay cosas que no tienen explicación. Con la excusa de la pandemia, las cofradías en su mayoría nos hemos visto maniatadas. Lo de menos han sido la supresión de las procesiones sino que muchos actos pensados cumpliendo seguridad y normativa sanitaria se prohibieron. 

Solución: actos cerrados al público, con aforo limitado y en espacios cerrados. ¡Pero en qué quedamos! Los expertos han remarcado infinitas veces que en espacios abiertos la incidencia de contagios se reduce al mínimo respetando las medidas de seguridad y sin embrago en nuestra ciudad todo a puerta cerrada y en el interior. En otras ciudades y pueblos españoles se realizaron pero aquí, no, había que evitar aglomeraciones. ¡Claro! Pero permitimos en Semana Santa, el rastrillo de los días festivos en la plaza del Mercado, un mercadillo a las puertas de la concatedral, otro en el Espolón,...  Y en Cuaresma todo en redes mientras se realizaban con público: actividades culturales, conciertos, danza y teatro en el Bretón, ...

¿Y por qué unos tanto y otros tan poco? ¿Alguien me lo puede explicar o razonar? Silencio absoluto. 

Sin ánimos de herir sensibilidades la respuesta es clara, tenemos lo que nos mereceremos, lejos de luchar y quejarnos por los continuos y escasos apoyos a nuestra Semana Santa, agachamos la cabeza y tragamos una vez más, como siempre y ya van... 


Sin relevo asegurado, la existencia se reduce a la mínima expresión  

Es duro decirlo pero nuestra Semana Santa ha entrado en un túnel sin salida. Estamos de lleno en una nueva crisis y ya van muchas desde finales de los setenta del siglo pasado.  Pero ésta puede ser mayor. Observo con incertidumbre y preocupación la desmotivación general, falta de cofrades, gente nueva... El relevo generacional no está asegurado. Los últimos años varias cofradías, han pedido ayuda para poder portar sus pasos, ¿qué pasará el próximo año, si añadimos al lastre que arrastramos de otros años, el generado por la pandemia?Seguro que seguiremos igual de incompetentes como hasta ahora buscando soluciones. Continuaremos con nuestra incapacidad de “abrirnos” a la sociedad y mostrar mayor cercanía. Parece que estamos cómodos en una “posición elitista irreal e imaginaria”, cuando nuestra finalidad es bien distinta. A día de hoy, la vida de nuestras cofradías, salvo alguna excepción, dura siete días y el resto del año hibernamos y así nos va...


Lo que pudo ser y no se hizo.


Pudo hacerse más pero bajo mi humilde opinión poco se peleó. El abandono que hemos vivido y vivimos las cofradías y cofrades desde el año pasado es total. 

Empezando por la Hermandad de Cofradías de la Pasión. Desde el año pasado inexistente hasta, ¡oh, milagro! , la cuaresma de este año. De repente, organiza actos cerrados o en “redes antisociales”,  usando, como hemos escrito anteriormente, el pretexto de la pandemia. No vaya a ser que luego nos culpen del aumento de casos. ¡Qué bien les ha venido este virus a muchos para darnos casi la puntilla!  Y todo ello, con el beneplácito de la Junta de cofradías, mirando hacia otro lado en vez de combatir por algo más justo y lícito.


Todo online como en 2020, ¿por qué?

Siguiendo con la nula ayuda de las autoridades locales, (nada nuevo bajo sol desde hace décadas). Destacando las cancelaciones de ultimísima hora de dos actos de dos cofradías, bien organizados y respetando medidas de seguridad como en cualquier otro acto que se ha celebrado en nuestra región o ciudad.

Y terminando con los responsables eclesiásticos. Como ejemplo sirva el “recorrido de imágenes” pensado en la concatedral por la recién restaurada capilla de Los Ángeles y, de aquello nada de nada. O el acto pensado y planificado por nuestra cofradía el Domingo de Resurrección que quedó prácticamente en nada de lo planteado. Luego nos echamos las manos a la cabeza porque cada vez menos gente acude a los actos religiosos e iglesias, si desde dentro algunos son los que ponen palos a las ruedas.


Hemos entrado en fase de alarma, no es exagerado aunque algunos  defiendan lo contrario y mi crítica no tiene ningún fin destructivo sino todo lo contrario. Hay solución: o remamos todos juntos en la misma dirección para mantener viva una tradición heredada desde hace varios siglos o el mundo cofrade logroñés quedará reducido a la mínima expresión antes de lo que muchos piensan.


¡Que santa María Magdalena nos ayude!