Noviembre, mes que se inicia
celebrando la festividad de Todos Los Santos y al día siguiente los Fieles
Difuntos.
El primer día del mes, la Iglesia católica recuerda a todas las personas que son ya santos pero también una fecha que honra a todas las personas anónimas que también son santos. Santos desconocidos que arriesgaron y dieron sus vidas, implicados en luchar por lo justo y bien común. Santos de la sencillez, de una vida poco significativa pero siempre estando al servicio de los demás, familia, amistades, trabajo,...
Y el segundo día del mes, como dijo el Papa Francisco, “La liturgia nos invita a conmemorar a los fieles difuntos. Las dos celebraciones de este mes, están íntimamente unidas entre sí, como la alegría y las lágrimas encuentran en Jesucristo una síntesis que es fundamento de nuestra fe y de nuestra esperanza. En efecto, por una parte la Iglesia, peregrina en la historia, se alegra por la intercesión de los santos y los beatos que la sostienen en la misión de anunciar el Evangelio; por otra, ella, como Jesús, comparte el llanto de quien sufre la separación de sus seres queridos, y como Él y gracias a Él, hace resonar su acción de gracias al Padre que nos ha liberado del dominio del pecado y de la muerte. La tradición de la Iglesia siempre ha exhortado a rezar por los difuntos, en particular ofreciendo por ellos la celebración eucarística: es la mejor ayuda espiritual que podemos dar a sus almas, especialmente a las más abandonadas» (Francisco, Ángelus 2 de noviembre 2014).
Por ello desde aquí, queremos
dedicar esta sencilla entrada a todos nuestros hermanos y hermanas de la
cofradía que desafortunadamente ya no están con nosotros pero sí en nuestros
recuerdos y corazones, y a los que María Magdalena personalmente cuida,
disfrutando de la felicidad eterna junto al Padre.
¡Santa María Magdalena, ruega
por nosotros!
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