Seguimos inmersos en la
tercera ola de la pandemia y tras pasar un año, parece que volvemos a la
casilla del principio. Si a todo esto sumamos, la impaciencia de una sociedad
tan infantil y carente de valores, tenemos la tormenta perfecta para estar a día
de hoy como estamos.
Hace escasos días me encontré
con uno de los hermanos de la cofradía y tras hablar “del tema de moda”, su
despedida me dejó un tanto confuso, me dijo, “nos vemos en abril”. No sé si
estaba de broma, no lo creo, pero le respondí irónico, “como muy pronto en el
2022”. Ni corto ni perezoso contestó, “ah, pero este año no se sale”. No quise
iniciar con él un resumen de todo lo que nos ha ido pasando, de dónde venimos,
cómo estamos y hacia dónde vamos, … y, me limité a darle ánimo.
Al segundo entré en “un bucle”
de pesimismo por el comentario anterior, haciéndose patente una vez más, el
daño que continúa produciendo, como yo lo llamo “el virus cofrade-primaveral”.
Desde hace años, las cofradías
en general se centran sólo y exclusivamente en la Semana Mayor. Una vez pasados
estos días, guardamos nuestros pasos, bombos, tambores, estandartes, trajes y
varas en los armarios hasta el año próximo y aquí paz y después gloria. Sin
caer en la cuenta que nuestra labor debe desplegarse en cada uno de los días
del año.
Todo gira alrededor de las
procesiones y fuera de estas fechas, lamentablemente, vemos el vacío. Todos los
que pertenecemos a una cofradía debemos reflexionar y entonar el mea culpa.
Somos más necesarios de lo que pensamos. Debemos actuar como si fuéramos las
vacunas contra las grandes enfermedades que están dañando a esta sociedad tan escasa
de valores e inmadura. Tenemos que ser útiles y grandes transmisores de
esperanza, paz, fe e ilusión.
Por supuesto que a mí también
me duele y entristece, otro año sin poder procesionar pero no podemos perder de
vista que cada día se cruzan en nuestras vidas “pasos vivientes” que requieren
de nuestra ayuda.
Por ello, insisto una vez más,
en centrar “las procesiones de este año” junto a aquellos que padecen el dolor
de la desesperanza. Siendo portadores del Evangelio para que cada día
iluminemos a los necesitados de nuestros “pasos”, dándoles protección, favor y
atención.
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