En una época en la que las luces, los escaparates y las prisas parecen ocupar el lugar de la reflexión y el encuentro con lo esencial, quisiera invitaros a “parar” un momento y redescubrir el verdadero sentido de la Navidad.
La Navidad no es simplemente una fecha señalada en el calendario ni una temporada de compras y regalos. Es, por encima de todo, el momento en el que celebramos el nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, que vino al mundo en la humildad de un pesebre para traer esperanza, luz y salvación.
Este mensaje, tan profundo y sencillo a la vez, corre el riesgo de diluirse en una sociedad cada vez más centrada en lo superficial. El ruido del consumo navideño —con su urgencia por comprar, decorar y celebrar— puede callar la voz del Evangelio que nos llama a vivir esta celebración desde la fe, la gratitud y la fraternidad.
Desde nuestra Cofradía es importante aportar nuestro pequeño granito de arena para que este mensaje no se pierda. ¿Cómo? Lo primero, a través del testimonio. Nuestra manera de vivir la Navidad debe ser ejemplo para otros. No hacen falta grandes gestos: basta con una palabra de consuelo, una sonrisa, una mirada y un corazón abierto a los demás.
Promoviendo la solidaridad: como cofrades, tenemos el compromiso de salir al encuentro de quienes más lo necesitan. En Navidad, este compromiso cobra un sentido especial.
Dando protagonismo a lo espiritual. Volver a lo esencial es recordar que la Navidad no empieza con los regalos, sino con el silencio del corazón que acoge al Niño Dios.
Y por último, educando en la fe. Muchas veces, los más jóvenes son los más expuestos al mensaje vacío del consumismo navideño. Como Cofradía podemos ayudar a transmitirles el verdadero valor de estas fiestas: el amor, la humildad, el servicio... Tenemos una hermosa responsabilidad: sembrar fe en las nuevas generaciones.
La figura de María Magdalena nos inspira también en este tiempo. Ella, que supo reconocer a Jesús y seguirle, nos anima a buscarle en medio del ruido y a anunciar con nuestra vida que Él está vivo y que ha nacido para todos.
Hoy más que nunca, es necesario recuperar el sentido profundo de la Navidad. Y como cofrades, tenemos que ser parte de ese esfuerzo. Porque la Navidad no se compra, se vive, se comparte y se celebra desde el corazón.

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