sábado, 1 de febrero de 2020

La cuenta atrás...


Desde el otoño pasado, la sección de instrumentos comenzó sus ensayos para preparar los toques y marchas de cara a la próxima Semana Santa. Esfuerzo, sacrificio, ilusión, …
En definitiva, trabajo fraternal y en hermandad con el fin de aportar cada uno su granito de arena para que el Jueves y Viernes Santo todo salga a la perfección.




Será el 17 de abril de 1992, cuando el querido y añorado Hermano Mayor Ángel Castillo presenta en la asamblea general, previa a la procesión del Santo Entierro, la creación de una banda de tambores con el objetivo de "enganchar" a nuevos cofrades y asegurar en un futuro el relevo generacional.
Del mismo modo se nombra a Alfredo del Río, jefe de tambores, siendo el encargado de dirigir a la nueva banda que con veintitrés integrantes inicia en octubre de ese mismo año sus primeros ensayos.  







Desde 1992 hasta el año 2004 la cofradía pasó de estar compuesta por unos cincuenta cofrades a más de ciento sesenta. En un periodo de diez años se triplica el número pero lamentablemente este aumento se concentró en la banda. No hubo el “relevo” soñado y pensado en el pasado por Ángel y su Junta en el resto de secciones. Todo ello acabará "pasando factura".

La banda comienza a gestionarse independientemente de la cofradía generándose inmediatamente serios problemas internos que principalmente se centraron en una pérdida de identidad como cofradía, bajas,… y, que termina con la desaparición de la banda al concluir la Semana Santa de 2005. 



En el año 2006, Luis Martínez, Hermano Mayor, refunda la sección de instrumentos gracias a su empeño y el de su Junta. Desde entonces, como ocurre en el resto de cofradías de nuestra ciudad las "altas y bajas" en esta sección son comparables al recorrido de una "montaña rusa". Muchas de las bajas no entendían que pertenecer a una cofradía es algo más que salir en una procesión con un tambor o bombo, tocar, desfilar, ir de exaltaciones,…. A lo mejor creían que sin ellos, como ocurrió en el año 2004, todo se iría al traste. 
Afortunadamente este suceso fortaleció nuestra cofradía y ayudó a redescubrir su identidad, su carácter familiar y, sobre todo a recordarnos que María Magdalena está por encima de todos y todo.


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